Bien conocida es la querencia de este blog por el juego como una de las máximas expresiones de la crianza. A través del juego de los niños, los padres aprendemos sobre sus comportamientos, su personalidad y sus miedos. Al participar en los juegos de un niño, además, se logra un nivel de conexión difícil de alcanzar de otra forma.
Bajo esta premisa, siento que es en el parque donde mis hijos pueden desarrollar mejor sus habilidades, tanto psicomotrices como sociales. La paternidad conlleva, entre otras cosas, que el tercer sitio donde más tiempo pasas deje de ser el bar para convertirse en el parque.
Recientemente han reformado el parque al que acudo a diario con mis hijos, y mi percepción sobre él ha ido cambiando con el paso de las semanas. Aunque inicialmente me parecía que carecía de algunos elementos de esos que se consideran “básicos”, empecé a intuir que se buscaba un tipo de parque más abierto y orientado a los juegos colaborativos.
El centro del parque, y quizás su juego estrella, es la ruleta, donde los niños juegan a dar vueltas y pueden empujar desde el exterior o sentarse en el interior. El jolgorio alrededor es notable. Normalmente coinciden niños de edades variadas, y se puede sentir el pavor de algunos padres de niños más pequeños al verlos sentados en semejantes máquinas de centrifugar, propulsados por niños de 9 años gritando fuera de sí.

Este juego, que muchos padres consideran peligroso, permite, por otra parte, el juego colaborativo e intergeneracional, además de proporcionar a los niños el tipo de riesgo que están buscando. La profesora noruega Ellen Sandseter, en un artículo académico, identifica seis tipos de riesgo que los niños buscan instintivamente para vencer sus miedos como estrategia antifóbica:
- Explorar alturas.
- Manejar herramientas peligrosas.
- Estar cerca de elementos peligrosos como fuego o grandes cantidades de agua.
- Juego físico de pelea: agarrarse y tirarse al suelo.
- Actividades a alta velocidad.
- Explorar en solitario.
Algunos estudios relacionan la ocurrencia de accidentes entre los 5 y 9 años con la posterior ausencia de fobias. La superación de los miedos actúa como mitigador de la ansiedad, que es uno de los males mayores de las nuevas generaciones. Particularmente importante es el último de los miedos, el de realizar actividades en solitario, ya que ha sido anulado en los últimos años debido a una sobreprotección parental.
La forma en que los parques están diseñados no es fortuita, sino que responde a regulaciones ligadas a la percepción general sobre educación y seguridad. Los parques infantiles aparecen a finales del siglo XIX y se extienden, sobre todo, durante la segunda mitad del XX. A partir de los años 90, su diseño ha ido evolucionando hacia juegos muy seguros, tratando de minimizar los riesgos de accidentes. Los parques actuales suelen contar con suelo de goma, y sus elementos de juego son fijos y muy estables.

En realidad, lo que los niños necesitan a la hora de jugar al aire libre son espacios anárquicos, con elementos como ruedas, cajas o palés, que les permitan construir sus propios escenarios. Este tipo de actividades, mucho más creativas y realizadas sin intervención adulta, favorecen la exploración de múltiples facetas de la personalidad y ayudan a vencer todo tipo de miedos para poder formar parte de ellas.
Cuando pensamos en tecnología, solo lo hacemos en términos de pantallas, pero el espacio que habilitamos para el juego de nuestros hijos también influye en la forma en que lo llevan a cabo. La manera en que diseñamos sus juguetes, las reglas que imponemos y cómo los supervisamos, todo influye en la relación de los niños con el juego. Quizás esta sea una de esas cosas que, cuanto menos la toquemos, mejor.