Si todavía no te has dado cuenta de que estamos asistiendo a uno de esos cambios tecnológicos que marcan un giro en la forma en la que hacemos las cosas de nuestro día a día, no se preocupe, pronto lo harás. La Inteligencia Artificial es muy posible que no vaya a acabar con la humanidad, pero casi seguro que va a introducir nuevas formas de comportarse, nuevos retos y nuevas oportunidades. No es motivo de este artículo discutir sobre tecnicismos o predicciones apocalípticas. Mejor asumimos que, en el mejor de los casos, podremos hacer muchas cosas, de las que habitualmente hacemos, de forma más fácil e intuitiva.

Uno de los debates más obvios sobre el fenómeno de ChatGPT está teniendo lugar en la comunidad educativa. No solo ha pillado al profesorado completamente desprevenido (y a quien no), sino que nuestro papel como padres y educadores también adquiere una nueva complejidad. Una herramienta tan potente suele venir cargada de retos y peligros. No sería lógico renunciar a utilizarla, como no ignoramos el libro o internet cuando aparecieron en su momento , pero hemos de reaccionar rápido para enseñar a los jóvenes a usarla con responsabilidad.

La inteligencia artificial viene, sobre todas las cosas, a modificar la forma en que nos comunicamos con la tecnología. Permite el lenguaje natural para comunicarnos con las máquinas y así poder acceder a todo el conocimiento que estas pueden procesar. Esto multiplica las posibilidades de uso, pero supone un riesgo a la hora de desarrollar nuestro propio aprendizaje. Por decirlo de forma sencilla, podemos caer en la pereza más absoluta a la hora de memorizar cualquier dato o de desarrollar argumentos lógicos. Siempre se puede delegar en la máquina la toma de decisiones y la exposición de los hechos.

El motivo por el que algunos países están comenzado a dar marcha atrás en el uso de pantallas en las aulas es la recuperación de ciertas habilidades que se consideran básicas y se estaban perdiendo. Leer, escribir o contar se habían convertido en habilidades que estábamos delegando en máquinas hasta el punto de olvidarnos de como se hacen correctamente. El riesgo del analfabetismo funcional cuando hasta la interpretación de un texto puede ser realizada con un simple clic está ahí y es evidente. O hacemos un poco de vuelta a las raíces o corremos el riesgo de perder algunas de las cosas que nos hacen humanos.

La nueva irrealidad

Otro de los temas que adquiere una nueva dimensión con el boom de la IA, y nos afecta directamente como padres, es la proliferación de noticias e informaciones falsas. Recientemente hemos comenzado a ver los primeros casos preocupantes. La capacidad de crear imágenes realistas, tanto fijas, como en video, reproducir voces y generar textos resulta cuanto menos inquietante. Es un toque de atención sobre la necesidad de enseñar a los jóvenes a detectar informaciones falsas, a no propagar bulos ni contribuir a difundir contenido conflictivo. En definitiva, a replantearnos nosotros mismos y hacer reflexionar a nuestros hijos sobre lo que significa la palabra verdad en estos tiempos líquidos que vivimos.

Lo que nos viene encima va más allá de decidir si se debe usar ChatGPT para hacer los trabajos de clase. Supone acompañar un cambio que va a impactar de forma directa en la forma de configurar el mundo de los que están entrando ahora en la edad adulta. Aquellos nacidos antes o durante los 80´s sabemos lo que supuso la aparición de los telefonos moviles y como cambio nuestras vidas. No digamos ya los smartphones. Si no entendemos todos los usos que la IA permite, podemos pecar de absentismo en un momento histórico donde lo que se espera es que definamos como ha de trabajar la tecnología para nosotros. No ser meras cobayas de empresas jugando a la ingenieria social con nuestros cerebros y los de nuestros hijos.